DON SIXTO PALAVECINO
Grabó su primer disco cuando tenía 50 años, en 1966, para RCA. Es autor de 300 temas, hizo 25 grabaciones en LP y dos en CD, más una tercera que está por salir. Recibió un Premio Konex, fue Disco de Platino, es Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Santiago del Estero, el ex presidente Carlos Menem le concedió el título de Personalidad Emérita de la Cultura Argentina, tocó con Chico Buarque, Pablo Milanés, Mercedes Sosa, Milton Nascimento, Pete Seeger, se presentó junto a León Gieco -que lo registró en su magnífica obra De Ushuaia a La Quiaca- en estadios como Vélez Sarsfield y Boca Juniors.
El 31 de Marzo del 1915, nacía Sixto Palavecino en la localidad de Barrancas, inserta en el departamento Salavina, en Santiago del Estero.
Su destino parecía determinado desde antes de nacer. "Soy quichuista desde quién sabe qué tiempo anterior", filosofa el músico, y la frase encaja perfectamente con esa imagen sencilla y ancestral. Un poncho santiagueño le cubre el hombro. En su mano derecha, un bastón acentúa la estampa de patriarca folklórico.
El 31 de Marzo del 1915, nacía Sixto Palavecino en la localidad de Barrancas, inserta en el departamento Salavina, en Santiago del Estero.
Su destino parecía determinado desde antes de nacer. "Soy quichuista desde quién sabe qué tiempo anterior", filosofa el músico, y la frase encaja perfectamente con esa imagen sencilla y ancestral. Un poncho santiagueño le cubre el hombro. En su mano derecha, un bastón acentúa la estampa de patriarca folklórico.
Sixto Palavecino creció en un entorno agreste, donde prácticamente nadie hablaba el castellano. La familia vivía del pastoreo y de lo que cosechaba. "Plata no había, no manejábamos dinero. Todo lo que plantábamos o criábamos, como ovejas y vacunos, era para comer".
Esa forma de vida natural y el influjo salamanquero del monte barranquero lo transformó en un músico sacherito (del monte) y bien criollo. "Yo me iba al monte a tocar, porque mi mamá no me dejaba y guardaba el violincito que me había fabricado en el hueco de un viejo algarrobo." Nadie le enseñó a tocar un instrumento. Sixto se contagió del ambiente musical que lo rodeaba. "La gente hacía música para los rezabailes, fiestas religiosas y cumpleaños. Siempre había música y musiqueros por todas partes. En la zona donde vivía había como unos veinte violinistos. De todos ellos aprendí yo. De mirar y escuchar", refresca en su memoria. .
Don Sixto fue el primero en la familia en cumplir varios sueños humildes, pero inalcanzables para algunos de sus mayores, que terminaron sus días en medio del monte. Sixto logró salir de Barrancas y trasladarse 25 kilómetros más cerca de Villa Salavina. "Para nosotros era como ir a Buenos Aires -compara-. Nunca nadie de mi familia había entrado ahí."
Esa forma de vida natural y el influjo salamanquero del monte barranquero lo transformó en un músico sacherito (del monte) y bien criollo. "Yo me iba al monte a tocar, porque mi mamá no me dejaba y guardaba el violincito que me había fabricado en el hueco de un viejo algarrobo." Nadie le enseñó a tocar un instrumento. Sixto se contagió del ambiente musical que lo rodeaba. "La gente hacía música para los rezabailes, fiestas religiosas y cumpleaños. Siempre había música y musiqueros por todas partes. En la zona donde vivía había como unos veinte violinistos. De todos ellos aprendí yo. De mirar y escuchar", refresca en su memoria. .
Don Sixto fue el primero en la familia en cumplir varios sueños humildes, pero inalcanzables para algunos de sus mayores, que terminaron sus días en medio del monte. Sixto logró salir de Barrancas y trasladarse 25 kilómetros más cerca de Villa Salavina. "Para nosotros era como ir a Buenos Aires -compara-. Nunca nadie de mi familia había entrado ahí."
Allí conoció a su segunda mujer (se había casado a los 16 y había tenido una hija), tuvo sus tres hijos y alternó su ocupación de musiquero con la de comerciante. "Tenía un bolichito en las afueras del pueblo, antes de cruzar el río. Y en esa época me llamaban de todos los lugares para que participe de las fiestas. A mí me pagaban 50 pesos, al guitarrista 20 y al bombisto 10."
Cumplido el primer objetivo fue tras otros dos grandes sueños. "Quería que mis hijos estudien. Yo apenas había terminado la primaria. Y, además, quería tener un programa de radio pasando repertorio de música tradicional y difundiendo el quichua. Pero no de forma académica, sino por medio de la transmisión oral como aprendimos todos los que vivimos en Santiago." Las dos ilusiones se le cumplieron. Sus hijas se recibieron de docentes, mientras que su hijo se transformó en ingeniero agrónomo.
SIXTO PELUQUERO
El hombre no parece cansado después de haber pasado por diferentes oficios para sobrevivir, mudado de región en varias ocasiones, afincarse definitivamente en Santiago y seguir tocando junto a los integrantes de su familia de forma un poco más profesional. "En realidad, los últimos veinte años me dediqué más a la música. Antes trabajaba en la peluquería y estaba preocupado porque mis hijos terminaran de estudiar. Sólo cuando tenía 45 años formé el conjunto con mis hijos y con ellos hemos andado por todo el país." En la peluquería lo encontró León Gieco, cuando lo fue a buscar para participar de su disco "De Ushuaia a La Quiaca". En la década del sesenta, Jorge Cafrune lo fue a buscar al mismo lugar. "Vino porque me quería escuchar, me grabó dos chacareras que para mí era como llegar al cielo y después me trató de convencer para que salga de gira con él. La idea me interesaba, pero iba a tener que cortar los estudios de mis hijos, que me acompañaban en el conjunto. Me acuerdo que fue una decisión difícil. Una amiga me dijo: "Mire don Sixto, en un mes va a ganar lo que gana en un año en la peluquería". Era tentador, pero, finalmente, no acepté, y mis hijos se recibieron."
NO QUERIA SER FAMOSO
-"Nosotros hacemos la música naturalmente, no por una necesidad profesional o comercial, sino por difundir la cultura de nuestro antiguos. Eso es lo que me interesó desde siempre. Pero nunca pensé, ni soñé con hacerme famoso. Todo era en defensa del quichua. Sólo en el último tiempo comencé a vivir de la música".
Según su visión, con los años, las cosas se desnaturalizaron. Para Sixto el contexto determina: "Yo tuve la suerte de vivir las más sanas costumbres y vivencias. Como fueron antes nuestros antepasados. Hoy, lamentablemente, estamos perdiendo los principios y eso es triste. Claro no es mayoría".
Un detalle, Sixto guarda en el pequeño estuche del violín una foto del Che Guevara. "Tenemos que estar orgullosos de su valentía y su lucha por la libertad", dice.
Será por eso que el músico apuesta a las nuevas generaciones. "Yo tengo la esperanza de que la juventud tome conciencia. Que sepan como fueron sus abuelos y bisabuelos, se concienticen y puedan -aunque estamos en una era tremenda- volver a sus raíces", apunta el violinisto
. Lo que se preserva en Santiago del Estero de toda contaminación es el quichua. "En la provincia hay 27 departamentos, 14 de ellos hablan solamente el quichua. Más allá de que sepan castellano, toda la gente es quichuahablante. Yo también, no tengo nada que ver con los estudiosos. Lo mío es natural. A veces hasta me cuesta hablar en castellano", confiesa.
. En su familia se cuidaban todas estas costumbres de sus mayores. El quichua, en su casa, era tan natural como la música. "En mi casa mis dos hermanos mayores hacían música. En cada ranchito había un musiquero", recuerda. Eso sigue sin alterarse en las pocas familias que siguen viviendo en Barrancas. "Lo que hago es para representar ese monte, el lugar donde he nacido. Lo puro. Mi música y mi canto vienen desde ahí, muy en el fondo del tiempo."
EL DIA QUE CONOCIO A ARGELIA
"En un rezabaile de San Antonio la vi a Argelia. Me puso tres años de plazo para casarnos. Tan-to perseguirla le hice bajar a dos años y así le arañé hasta que... nos casamos a los seis meses. Nos casamos de civil en la casa de ella, pero esa noche no me entregan la novia y me volví a mi casa, casado y sin mujer. Así nos trataban. Cuando iba a visitarla cuando fuimos novios, me recibía el padre, ni la veía. Mi suegro ni pintado me quería.
Porque yo era musiquero, era pobrecito. Cuando veo que estoy tan despreciado por mi suegro le hice llegar un papelito a ella: "Argelia: te voy a pedir, pero sé que tu papá se va a negar, si vos estás dispuesta yo estoy dispuesto a sacarte, directamente nos casamos". Ella me contestó que sí. Pero los padres al final cedieron. Fue para toda la vida. Cincuenta y tres años y cuatro meses de alegría y felicidad.
La historia del amor empezó con una cabalgata de locos hacia la iglesia de Salavina. La fueron a buscar a la novia al monte, y a caballo la llevaron a la iglesia. Un contingente de caballos, hombres, mujeres, chicos, viejos y viejas reventando cohetes en nuestro honor.
Y ahí recién, a la nochecita, nos juntamos en mi casa, ya casados por iglesia. Hemos tenido tres hijos. Dos seguidos y hemos dicho vamos a suspender. Luego hemos tenido otrita, y ahí hemos parado para siempre. Así hemos hecho el convenio. A esa época no teníamos ninguna precaución para evitar el embarazo.
El hombre es el que tiene que buscar la forma. Hay otros que meta hijo nomás. No queríamos muchos porque decíamos: hay que educarlos. Entonces yo tenía que sacrificarme para evitar que se ponga embarazada. Ella era para mí la mejor del mundo. Calladita era. No era de ésas.
Cuando andábamos mal, jamás se ha puesto triste ni nada, porque podría haber dicho este hombre, siempre se funde. Murió de 75 años.. Cuanto más tiempo iba pasando, más nos queríamos. Los últimos años, a mí me parecía que más la quería.
"EL ALERO QUICHUA SANTIAGUEÑO"
Don Sixto se emociona el dia que decidió visitar la vieja emisora Radio del Norte de Santiago del Estero –L.V. 11- ante el Director interino Don Alberto Pérez (Huesito), a quien le expresara el alcance de sus deseos: pedía una audición quichua para la difusión del idioma y de la cultura quichua; quería llegar a sus hermanos quichuahablantes e indicarles el camino de la reivindicación; deseaba fervientemente transmitir su propio orgullo a través de la onda radial y propagar desde la cuna al país este verdadero sentimiento de identidad nacional.
Don Alberto Pérez entendió el propósito y en valerosa y patriótica decisión autorizó la iniciación de la misma que a la fecha ha cumplido sus 35 años de audiciones ininterrumpidas. Hoy el quichua ocupa el nivel que soñaron sus defensores tales como Don Sixto; el Profesor Domingo Bravo; los poetas Vicente Salto y Felipe Corpos y todos aquellos identificados con estas raíces.
Cumplido el primer objetivo fue tras otros dos grandes sueños. "Quería que mis hijos estudien. Yo apenas había terminado la primaria. Y, además, quería tener un programa de radio pasando repertorio de música tradicional y difundiendo el quichua. Pero no de forma académica, sino por medio de la transmisión oral como aprendimos todos los que vivimos en Santiago." Las dos ilusiones se le cumplieron. Sus hijas se recibieron de docentes, mientras que su hijo se transformó en ingeniero agrónomo.
SIXTO PELUQUERO
El hombre no parece cansado después de haber pasado por diferentes oficios para sobrevivir, mudado de región en varias ocasiones, afincarse definitivamente en Santiago y seguir tocando junto a los integrantes de su familia de forma un poco más profesional. "En realidad, los últimos veinte años me dediqué más a la música. Antes trabajaba en la peluquería y estaba preocupado porque mis hijos terminaran de estudiar. Sólo cuando tenía 45 años formé el conjunto con mis hijos y con ellos hemos andado por todo el país." En la peluquería lo encontró León Gieco, cuando lo fue a buscar para participar de su disco "De Ushuaia a La Quiaca". En la década del sesenta, Jorge Cafrune lo fue a buscar al mismo lugar. "Vino porque me quería escuchar, me grabó dos chacareras que para mí era como llegar al cielo y después me trató de convencer para que salga de gira con él. La idea me interesaba, pero iba a tener que cortar los estudios de mis hijos, que me acompañaban en el conjunto. Me acuerdo que fue una decisión difícil. Una amiga me dijo: "Mire don Sixto, en un mes va a ganar lo que gana en un año en la peluquería". Era tentador, pero, finalmente, no acepté, y mis hijos se recibieron."
NO QUERIA SER FAMOSO
-"Nosotros hacemos la música naturalmente, no por una necesidad profesional o comercial, sino por difundir la cultura de nuestro antiguos. Eso es lo que me interesó desde siempre. Pero nunca pensé, ni soñé con hacerme famoso. Todo era en defensa del quichua. Sólo en el último tiempo comencé a vivir de la música".
Según su visión, con los años, las cosas se desnaturalizaron. Para Sixto el contexto determina: "Yo tuve la suerte de vivir las más sanas costumbres y vivencias. Como fueron antes nuestros antepasados. Hoy, lamentablemente, estamos perdiendo los principios y eso es triste. Claro no es mayoría".
Un detalle, Sixto guarda en el pequeño estuche del violín una foto del Che Guevara. "Tenemos que estar orgullosos de su valentía y su lucha por la libertad", dice.
Será por eso que el músico apuesta a las nuevas generaciones. "Yo tengo la esperanza de que la juventud tome conciencia. Que sepan como fueron sus abuelos y bisabuelos, se concienticen y puedan -aunque estamos en una era tremenda- volver a sus raíces", apunta el violinisto
. Lo que se preserva en Santiago del Estero de toda contaminación es el quichua. "En la provincia hay 27 departamentos, 14 de ellos hablan solamente el quichua. Más allá de que sepan castellano, toda la gente es quichuahablante. Yo también, no tengo nada que ver con los estudiosos. Lo mío es natural. A veces hasta me cuesta hablar en castellano", confiesa.
. En su familia se cuidaban todas estas costumbres de sus mayores. El quichua, en su casa, era tan natural como la música. "En mi casa mis dos hermanos mayores hacían música. En cada ranchito había un musiquero", recuerda. Eso sigue sin alterarse en las pocas familias que siguen viviendo en Barrancas. "Lo que hago es para representar ese monte, el lugar donde he nacido. Lo puro. Mi música y mi canto vienen desde ahí, muy en el fondo del tiempo."
EL DIA QUE CONOCIO A ARGELIA
"En un rezabaile de San Antonio la vi a Argelia. Me puso tres años de plazo para casarnos. Tan-to perseguirla le hice bajar a dos años y así le arañé hasta que... nos casamos a los seis meses. Nos casamos de civil en la casa de ella, pero esa noche no me entregan la novia y me volví a mi casa, casado y sin mujer. Así nos trataban. Cuando iba a visitarla cuando fuimos novios, me recibía el padre, ni la veía. Mi suegro ni pintado me quería.
Porque yo era musiquero, era pobrecito. Cuando veo que estoy tan despreciado por mi suegro le hice llegar un papelito a ella: "Argelia: te voy a pedir, pero sé que tu papá se va a negar, si vos estás dispuesta yo estoy dispuesto a sacarte, directamente nos casamos". Ella me contestó que sí. Pero los padres al final cedieron. Fue para toda la vida. Cincuenta y tres años y cuatro meses de alegría y felicidad.
La historia del amor empezó con una cabalgata de locos hacia la iglesia de Salavina. La fueron a buscar a la novia al monte, y a caballo la llevaron a la iglesia. Un contingente de caballos, hombres, mujeres, chicos, viejos y viejas reventando cohetes en nuestro honor.
Y ahí recién, a la nochecita, nos juntamos en mi casa, ya casados por iglesia. Hemos tenido tres hijos. Dos seguidos y hemos dicho vamos a suspender. Luego hemos tenido otrita, y ahí hemos parado para siempre. Así hemos hecho el convenio. A esa época no teníamos ninguna precaución para evitar el embarazo.
El hombre es el que tiene que buscar la forma. Hay otros que meta hijo nomás. No queríamos muchos porque decíamos: hay que educarlos. Entonces yo tenía que sacrificarme para evitar que se ponga embarazada. Ella era para mí la mejor del mundo. Calladita era. No era de ésas.
Cuando andábamos mal, jamás se ha puesto triste ni nada, porque podría haber dicho este hombre, siempre se funde. Murió de 75 años.. Cuanto más tiempo iba pasando, más nos queríamos. Los últimos años, a mí me parecía que más la quería.
"EL ALERO QUICHUA SANTIAGUEÑO"
Don Sixto se emociona el dia que decidió visitar la vieja emisora Radio del Norte de Santiago del Estero –L.V. 11- ante el Director interino Don Alberto Pérez (Huesito), a quien le expresara el alcance de sus deseos: pedía una audición quichua para la difusión del idioma y de la cultura quichua; quería llegar a sus hermanos quichuahablantes e indicarles el camino de la reivindicación; deseaba fervientemente transmitir su propio orgullo a través de la onda radial y propagar desde la cuna al país este verdadero sentimiento de identidad nacional.
Don Alberto Pérez entendió el propósito y en valerosa y patriótica decisión autorizó la iniciación de la misma que a la fecha ha cumplido sus 35 años de audiciones ininterrumpidas. Hoy el quichua ocupa el nivel que soñaron sus defensores tales como Don Sixto; el Profesor Domingo Bravo; los poetas Vicente Salto y Felipe Corpos y todos aquellos identificados con estas raíces.